La novela se sitúa en plena Guerra Civil española. Comienza cuando ya suenan clarines de guerra. Joaquín y Ana María viven en un pueblo cercano a Pamplona. Son muy jóvenes, realmente adolescentes y están enamorados. Justo Joaquín acaba de declararse a Ana María y ella le ha dicho que sí. EL problema es que el hijo del cacique del pueblo, Félix Zubeldia, está también enamorado de Ana María desde niño y no va a admitir un no por respuesta a su interés por casarse con ella. La guerra será un calvo de cultivo excepcional para este triángulo amoroso.
Estalla la guerra y Joaquín es hecho preso. Ni le da tiempo a pelear en ella, ni a significarse: su delito es estar enamorado de Ana María, ni más ni menos. Es hecho preso y encarcelado en el penal de San Cristobal, en Pamplona. Un lugar que no cumple las condiciones mínimas de higiene y salubridad y donde los presos caen como moscas. Hasta que varios de ellos dibujan un plan de fuga que llevan a cabo.
La novela parte de un hecho real largamente silenciado: la fuga por parte de un montón de presos del penal de San Cristobal que tuvo lugar el día de Santa Rita, el 22 de mayo de 1838. El penal era en realidad un fuerte defensivo que no se construyó con la intención de servir como cárcel por lo que, por consiguiente, no guardaba condiciones para ello y la vida de los presos era mucho peor que en otras cárceles. Los protagonistas de la novela Joaquín, Ana María y Félix son personajes ficticios pero en ella aparecen como personajes secundarios personas reales como los directores del penal, el cabecilla de la fuga, etc.
Como nos tiene acostumbrados, la novela es un auténtico tocho. 600 páginas que, sin embargo, no se hacen largas sino todo lo contrario. Ello es debido al intenso ritmo que Carlos imprime a la narración. No paran de pasar cosas lo que hace que estemos ante un verdadero thriller histórico.
Una novela muy recomendable. Rigor histórico, entretenimiento y emoción, poco más se puede pedir. Cinco estrellitas y directa a mis mejores lecturas del año.